miércoles, 1 de febrero de 2017

De como una amazona de 4* superó sus miedos.

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Alice Dunsdon
con Fernhill
Pau CCI4*
Concurso Completo de Equitación

“SE NUBLARON MIS OJOS Y ME ENTRÓ PÁNICO”. 
De como una amazona de 4* superó sus miedos.

Autora: Alice Dunsdon
Publicado en Horse&Hound
31 de enero de 2017


Alice Dunsdon, 31 años, comparte hoy su extraordinaria historia de cómo cogió tal miedo cuando tenía 19 años que no podía saltar ni 60 cm y cómo la recuperó para estar corriendo actualmente los 4* del mundo.



Muchos completeros están aterrorizados por coger miedo, algunos pensamos que es como un virus y si no tenemos cuidado nos podría infectar.

Puede sorprender a muchos que una vez tuve miedo, tenía 19 años. Habiendo tenido éxito en el equipo en el Europeo de juveniles, estaba seleccionada ese año para el europeo de jóvenes jinetes. Había participado en Aston Le Walls y me fuí sexta con Maestro Taldi, estaba en una nube.

Llegó aquél día, competía con otro de mis caballos de “Advanced”, War Paint. Era un pequeño pío con el corazón de dos leones. Suficientemente valiente para los dos y sentí que podíamos intentar cualquier cosa. Estabamos compitiendo por segundo año en el “Wilton Intermediate” y después de una buena doma y un solo derribo en saltos, un cero y en el tiempo en el cross me situaría entre los cinco primeros.

La caída

Comenzamos con entusiasmo y confianza. Iba de una esquina a un doble de trakehners. Empujé a Paint hacia adelante alargando los trancos para llegar bien cuando de repente él los acortó. Con aquél paso hubiéramos saltado bien, pero War Paint había, por alguna razón, intentado dar otro tranco.

Allí estaba, tumbado en el suelo en el obstáculo. Afortunadamente, Paint estaba ileso. Yo me había golpeado, pero enseguida se acercó el juez del obstáculo diciéndome que me quedara quieta. Sentí el sabor de la sangre en mi boca y mientras mi lengua avanzaba me di cuenta de que me había roto los dientes.

La ambulancia llegó y me llevaron al hospital. Mi labio superior estaba roto por la mitad. A los pocos minutos de llegar al hospital un cirujano plástico me atendió y tardó dos horas y media en reconstruir mi labio. Al día siguiente fui a Londres a ver a un dentista especialista, la radiografía reveló que me había roto la mandíbula superior. Tenían que quitar el hueso y reconstruir mi mandíbula y dientes, iba a ser un proceso largo.

Poco a poco

Unas semanas más tarde,  me quitaron los puntos y la hinchazón había desaparecido, yo estaba de vuelta a caballo. Nada parecía haber cambiado. Me sentía perfectamente a caballo. Estaba de nuevo con Paint y poco sabía del miedo que estaba a punto de sentir.

Mi madre llegó diciendo. “Bueno, ¿vamos a dar un pequeño salto a Paint?. Era la primera vez que uno de nosotros iba a saltar después de Wilton.

Inicié el galope y empecé a acercarme al pequeño obstáculo. Cuando volvía de la esquina del cercado y el obstáculo estaba ya delante de mí, de repente, mi visión se nubló y no fui hacía aquél dando varios círculos.
"¿Qué estás haciendo?", Dijo mi madre.

Me encogí de hombros y volví a empezar, pero me pasó lo mismo. Empecé a sentir calor y ansiedad. Mi respiración se hacía cada vez más rápida. Me sentí mareada, veía que los lados de la pista se cerraban sobre mí. ¿Que me estaba pasando? Las lágrimas me llenaban los ojos, no podía hacerlo. No pude saltar el obstáculo.
Durante los días siguientes solo galopé sobre barras en el suelo. Una semana después, más o menos, mi madre me preguntó: "¿Intentamos un salto?"

La miré con un temor en los ojos. Mi cerebro me decía: "¡No, es demasiado pronto, es demasiado pronto!. Pero la otra Alice, la antigua, me decía, ¡adelante, no dudes!.

Mi madre puso unas pequeñas cruzadas, mientras yo daba un círculo galopando. Mis temores daban vueltas en mi cabeza pero estaba decidida esta vez a no escaparme. Bien colocada, ahí vamos y a saltar. Paint saltó las cruzadas exactamente como había estado galopando sobre las barras en el suelo. Durante los días siguientes, mi madre y yo fuimos poniendo poco a poco saltos más y más grandes hasta llegar a los 60 cm.

Aquel día mi madre estaba montando también y me dijo que teníamos que ir a por un caballo fuera de la granja. Galopamos hasta un pequeño montón de troncos de madera. No era más alto de 80 cm y lo saltan en las cacerías incluso los niños. Mi madre lo saltó, gritándome: ¡Vamos, sígueme!

Me quedé helada. Estaba nerviosa, no podía pensar bien, mis ojos se volvieron borrosos y me empezó a entrar pánico. Paint comenzó a inquietarse y comenzó a botarse. Él claramente quería seguir. Sin saber como, me cubrí de sollozos y lágrimas. Sólo quería llorar como un bebé, pero al mismo tiempo mi cerebro me decía: "¿Por qué estás llorando? No tienes nada de qué llorar. ¡Deja de llorar! "Pero no podía parar”.

Mamá saltó otra vez pero hacia mí y Paint se calmó, al igual que mi llanto.
-¿De qué tienes miedo?  Me preguntó.
"No lo sé." Le dije limpiándome las lágrimas de mis ojos
"Tengo miedo de lo desconocido, de caerme, de fallar y volver a caerme, solo quiero que esa sensación desaparezca".

Sabía que en el fondo sólo había una manera de averiguar si volvería a saltar. Tuve que salir de mi zona de confort y dar todo lo que tenía. Tenía que intentarlo. Tenía que hacer lo más valiente de mi vida en mi vida, y hacerlo sola.

Sin esperar a mi madre, troté hacía abajo de la colina y salté sobre los troncos. No me sentí valiente. De hecho, me odiaba.

El invierno se acercaba rápidamente y mi madre y yo habíamos decidido no participar en más concursos esa temporada y concentrarme en las cacerías a caballo. Fui a tantas cacerías y con tantos caballos como pude y me salté todo lo posible.

Ir a las cacerías a caballo y tener gente de ideas afines a tu alrededor, con caballos que aman saltar y seguirnos unos a los otros como en un rebaño, fue para mí la mejor manera de luchar contra mis demonios y perder el miedo.

Cacé toda la temporada, llegó la lluvia y el sol, era marzo y el inicio de la temporada de completo.

Un revés

Estaba compitiendo en el Intermediate de Gatcombe Park con un brillante caballo llamado Ted. La doma y el salto habían ido bien, pero antes de empezar el cross, mis demonios asomaron sus cabezas una vez más. Estaba sentada en el camión cuando mi madre entró. Me encontró mirándome al espejo. Las lágrimas comenzaban a aparecer en mis ojos y yo no me veía en el lugar adecuado.

Me volví hacia ella y dije: "Tengo miedo." 
"Es bueno tener miedo", me dijo. "Significa que lo quieres hacer bien y tu adrenalina está corriendo, es natural." 
Más lágrimas comenzaron a caer por mi cara. 
"No," gimoteé. "Esto es diferente, tengo miedo de caerme, tengo miedo de que me vaya a…....." No pude evitar decirlo. Tenía miedo de caerme y matarme. Allí lo dije. Tenía miedo de caerme y no volver".

“Vamos a ver qué te parece esto", dijo mi madre. "Te calientas para el cross y si no quieres entrar en el redil de salida no lo haces y te retiras. Si quieres empezar, saltas el primero y verás cómo te sientes, entonces si quieres seguir, sigues. Si sigues adelante, salta el segundo, y de nuevo ve como te sientes, y si deseas retirarte, te retiras y así en cualquier punto del recorrido”. 
"Pero, ¿qué pensarán los demás? ¡No puedo retirarme después del primero! "

Mi madre me miró con ojos tranquilizadores. "Por supuesto que puedes, ¿y a quién le importa lo que piensan los demás?. Probablemente están demasiado preocupados pensando en sí mismos para hacerlo por lo que tú estás haciendo".

“Ok, si puedo hacer eso” , pensé para mí.

Me recuperé

Como me subí a Ted me sentí enseguida mas relajada. Calenté sobre los obstáculos de ensayo y Ted se sentía a gusto y, sorprendentemente yo también. Sin presión, podía hacer lo que quería. Recordé de qué se trataba. Cuando estaba en el redil de salida inicio y el comisario comenzó a contarme, comencé a sonreír. ¡Salimos y salté el primero!.

 "Bien, ¿cómo me siento? ¿Quiero retirarme?" Mientras lo pensaba ya tenía delante el segundo. Vi la distancia y volamos sobre él. 
"Bien, rebobina. ¿Cómo me siento? ¿Qué me estoy preguntando de nuevo? Espera, ahí está ya el tercero, ¡vamos Ted!“.

Al final del recorrido, tenía lágrimas de alegría corriendo por mi cara. Mientras caminaba de regreso al camión le di una palmadita a Ted y me limpié mis lágrimas recuperando la compostura. Me había recuperado, si otra vez los demonios del miedo intentaran volver a aparecer, yo ya tendría el mando.

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Las reglas de Alice para superar los miedos:

1. Hago lo que quiero hacer, lo hago por mí mismo y por nadie más.
2. Toma cada salto según viene.
3. No tienes que demostrarte a ti mismo ni a otros tu valentía. A veces, la valentía mayor es admitir la derrota.
4. Las medallas no siempre se ganan por ser el más valiente. Para ganar necesitas “cabeza“ y entender lo que tienes que hacer.
5. Aprende a confiar en los demás. Acepta sus elogios y reconoce la crítica constructiva. Sin embargo, no permitas que los cumplidos vayan a tu cabeza y los insultos a tu corazón.
6. No te lamentes y piensa en las oportunidades que no tuviste, aprovecha las que están por llegar. No intentes correr antes de andar, pero tampoco esperes demasiado ya que las oportunidades pasan.

7. Los jinetes más valientes y los de más éxito son los que no tienen miedo al trabajo duro. No tienen miedo de intentarlo y de darlo todo., pero tampoco tienen miedo al fracaso. No importa lo agotado que estén, están 100% dedicados a su deporte.


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